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La "Cuesta de Moyano", el rincón literario de Madrid que desafió la dictadura de Franco

Actualizado: 10 nov


Cuesta de Moyano, Madrid

La calle que une el Paseo del Prado con el Parque del Retiro es la calle de Claudio Moyano, que fue un político y escritor español del siglo XIX. Por esta calle no circulan coches, es peatonal y popularmente se la conoce como “la cuesta de Moyano”. Es famosa porque allí, junto a la verja del jardín botánico de Madrid, encontramos unas veinte casetas de compra y venta de libros, en su mayoría de segunda mano y entre ellos también hay libros antiguos. Nosotros desde www.spain-walkingtours.com recomendamos visitar esta calle cuando se finaliza el walking tour Madrid Cultural, la verdad es que no es un lugar habitual de los tours turísticos, freetours o visitas guiadas y es una pena porque merece la pena ser visitado y está en pleno centro de Madrid.


Esta calle es un lugar muy agradable para pasear, especialmente si te atrae el ambiente literario, pero también tiene una interesante historia. En los años posteriores a la guerra civil española, durante la dictadura del general Franco, entre 1939 y 1975, existía una importante censura, se controlaba la distribución de ideas a través de libros y otros medios de comunicación. Obras clásicas como “La Celestina” sorprendentemente desaparecieron de los catálogos de las bibliotecas, o novelas como “La Regenta”, de Leopoldo Alas Clarín (un triángulo amoroso y un cura en medio). Durante los primeros años de la dictadura franquista fue directamente un libro prohibido. Realmente es imposible enumerar todas las publicaciones que se prohibieron, pero entre ellas tenemos novelas, poesía y filosofía de autores españoles y extranjeros, “Sonata de otoño”, de Valle-Inclán, “Poesías completas“ de Antonio Machado, “La rebelión de la masas” de Ortega y Gasset, Guerra y paz, de Tolstoi, Crimen y castigo, de Dostoievski y muchas otras. En esos años, en la Cuesta de Moyano, los libreros de las casetas y su entorno cultural y literario, que incluía activistas culturales, encontraron formas creativas de sortear la censura e intentar mantener viva la difusión de ideas. Normalmente camuflando los títulos prohibidos en el interior de otros aparentemente inocuos.

Además, debido a la ubicación de la calle, cerca del museo del Prado y de las instituciones culturales de la zona, era sitio de paso de los extranjeros y turistas que pasaban por allí y en muchas ocasiones participaban en estos intercambios.

La verdad es que intentar preservar la cultura esos años era una labor complicada.

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